Samuel FeijÓo: el eterno Zarapico
Por Jesús Dueñas Becerra
Cuando todavía era estudiante universitario, conocí al eminente intelectual villareño Samuel Feijóo
(San Juan de los Yeras, 1914 – La Habana, 1992), en la década de los 60 del pasado siglo.
Con el carismático poeta, escritor, ensayista, artista de la plástica, crítico artístico-literario, etnólogo, investigador del folclore rural caribeño, editor y periodista, establecí una relación afectiva que se mantuvo incólume durante casi dos lustros. En la Universidad Central de Las Villas (UCLV), mi querida Alma Mater, Feijóo dirigió por espacio de 10 años la revista Islas, la editorial universitaria y el departamento de Investigaciones Folclóricas.
Para celebrar dignamente el centenario de esa personalidad de la cultura nacional y de un poco más allá de nuestras fronteras geográficas, el Ministerio de Cultura y otras instituciones de nuestro país, le tributaron un cálido homenaje en la sala Martínez Villena de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC).
El elogio al célebre autor de Juan Quinquín en Pueblo Mocho estuvo a cargo de la multilaureada poetisa y ensayista Fina García Marruz, quien se refirió a la calidad poético-literaria de la obra de Feijóo, a quien su amantísimo esposo, Cintio Vitier (1921-2009), definiera con una sola palabra: “sagrado”.
Como parte de su poética intervención, la Premio Reina Sofía y Premio Pablo Neruda de Poesía, leyó algunos fragmentos de los textos poéticos escritos por esa «ánima inquieta y andariega», que se consideraba “hijo del canto y de la naturaleza”, mientras que su bastón espiritual era la Biblia, que —según la también Premio Nacional de Literatura— recoge toda la sabiduría divina y humana.
Por otra parte, evocó el primer artículo periodístico publicado por Feijóo en la revista Bohemia, y que, inspirado en el ideario martiano, dedicara “a los pobres de la tierra, con quienes su suerte quiso echar”.
Fue ferviente enamorado de la naturaleza cubana (incluidas la flora y la fauna); amor que sintetizara en la frase: “dejen la prosa (así calificaba la poesía) y miren el paisaje […], disfrútenlo como se saborea un mamey de Santo Domingo o un mango bizcochuelo”. Persona sencilla, humilde, sin ningún tipo de jactancia o pretensión, aunque su altura intelectual era de muy elevado vuelo. Colocar en tela de juicio esa verdad sería una «herejía] imperdonable, sentenció Fina.
Samuel era muy sensible, puro nervio. Se codeó con las personas de todos los estratos sociales —sobre todo con aquellos más desfavorecidos por la fortuna—, en los diferentes lugares urbanos y rurales donde residiera o que visitara. A él le encantaba hacer samueladas (comportamientos fuera de tono que adoptaba cuando personas o situaciones no le agradaban o disgustaban).
A manera de conclusión, Fina García Marruz narró varias anécdotas, signadas por el humor criollo y la fina ironía que matizaban la versátil personalidad del multifacético autor. Posteriormente, tuvo lugar un coloquio, integrado por Virgilio López Lemus, Carmen Suárez León, Rolando López del Amo, Ricardo Riverón y Adamelia Feijóo, la primogénita del ilustre homenajeado.
López Lemus leyó poemas escogidos de los libros La alcancía del artesano I y La alcancía del artesano II, dados a la estampa por la editorial universitaria villaclareña, qué el fundara y dirigiera desde 1958 hasta 1968, ya que, para ellos/as, la mejor forma de rendir tributo a un «francotirador de la poesía», como lo calificara Cintio, es leer su producción poética. Luego, López del Amo esbozó su fecunda labor como editor de las revistas Islas y Signos, que recorrieron el orbe y llevaron lo mejor de las letras insulares y la cultura cubana a los más insospechados rincones del planeta, así como su arduo trabajo como poeta-traductor. Suárez León señaló que Feijóo no sólo tradujo al español poemas de las más disímiles lenguas foráneas: inglés, francés, ruso, rumano, sino que también elaboró una metodología para traducir poesía de idiomas extranjeros a nuestra lengua materna; señaló los obstáculos que conlleva llevar la rima de un verso escrito en otra lengua a la castellana; y trazó pautas —todavía en uso— para convertir la traducción poética en un tremendísimo arte.
López Lemus expresó que los grandes creadores como Feijóo, no deben ser olvidados ni sepultados en el «baúl de los recuerdos», porque el legado intelectual y espiritual que nos dejara está y estará vigente per seculom seculorum. Con apoyo en ese planteamiento, precisó que Feijóo era como el Zarapico (ave que vive en el fango, y que, cuando levanta vuelo, no se mancha con el lodo), porque su ética era inmarcesible.
Si bien las circunstancias socio-históricas en que desarrollara su existencia terrenal lo obligaron a fabricar un escudo protector para defender a los inocentes de las maldades y bajezas humanas -que las hay por doquier-, no es menos cierto que el arma predilecta utilizada por él fue el amor, que todo lo puede y todo lo alcanza.
Amante apasionado de la paz y de lo bello (entendido como todo aquello que enaltece la dignidad del ser humano), cubano de pura cepa, pero universal, ya que tenía muy en cuenta el aforismo martiano: «injértese en [Cuba] el mundo, pero el tronco ha de ser el de [nuestra república]», visitó varios países capitalistas y socialistas en su infatigable caminar.
Riverón, exeditor de la revista Signos, narró la simpática anécdota relacionada con las duras palabras que intercambió Feijóo con el entonces rector de la UCLV cuando dicho «burócrata» e «ignorante» (así lo llamó con razón, en reiteradas ocasiones), cometió la insensatez de expulsarlo de ese centro de educación superior, en 1968.
Seguidamente, presentó el Número 67 de dicha publicación periódica, dedicada al centenario de su director fundador. Ese volumen recoge una selección —concebida desde una óptica estético-artística por excelencia— de artículos salidos de la prolífica pluma de Feijóo sobre poesía, crítica artístico-literaria, etnología, folclore, periodismo u otras disciplinas humanísticas en las cuales se movía como «pez en el agua». Según el escritor villaclareño, ese número deviene una verdadera fiesta literaria en la mayor isla de las Antillas.
Adamelia Feijóo —visiblemente emocionada— agradeció el apoyo incondicional brindado por el Ministerio de Cultura, así como por todas y cada una de las instituciones que hicieron posible materializar, en la práctica, ese sentido agasajo a su entrañable progenitor, en quien descubriera —a través del ejemplo vivo— un conjunto de valores éticos, ideo-estéticos, humanos y espirituales que contribuyeron decisivamente a la formación y consolidación de su personalidad como mujer sensible y amante del arte en general. En otra parte de su disertación, valoró —desde una perspectiva objetivo-subjetiva— una obra pictórica que su padre dejó inconclusa; incógnita que ella pudo despejar a través de la lectura de uno de sus escritos, donde está implícita la respuesta a dicha interrogante.
Después de un breve receso, la poetisa y escritora Nancy Morejón, Premio Nacional de Literatura, presentó al auditorio el documental Feijóo: locura de creación, con guión y dirección del realizador Miguel Torres. Producido por la Casa Octavio Cortázar de la UNEAC, ese audiovisual registra en imágenes fílmicas testimonios de distinguidos intelectuales cubanos que han estudiado con profundidad la vastísima obra poético-literaria, pictórica, etno-folclórica, editorial y periodística de Feijóo, y además, fueron en vida sus amigos del alma.
La clausura de dicha actividad estuvo a cargo de Fernando Rojas, viceministro de Cultura, y Roberto Fernández Retamar, presidente de Casa de las Américas, quienes destacaron el hecho de que Samuel Feijóo es un eterno Zarapico que vivirá por siempre en la memoria poética del pueblo cubano y de la humanidad.