RaÍces de la arquitectura cubana Coloquio sobre su futuro


Por Alfredo D. Echeverría, AIA*

ABSTRACTO: El presente texto, tiene como objeto discutir en forma generalizada, aquellos factores del pensamiento formal que a través de la historia afectaron paralelamente el lenguaje arquitectónico a través del mundo. Con ello se pretende instar la asimilación de aquellas experiencias que pudieran regenerar el “alma de la cubanidad arquitectónica”. Dentro de ese contexto universal se observa como la arquitectura reflejó los instigadores fenómenos espirituales que trazaron su respectivo historial ético-filosófico. Fueron las trazas del Barroco cubano las que mejor se adaptaron al entorno ambiental, idiosincrático, social y económico. El Barroco cubano del siglo XVIII creó su propio lenguaje, representando una explosión sensorial criolla que lo hace genuino. El estudio pone al descubierto como el germen de la arquitectura cubana se ve continuamente truncado por una vacuidad espiritual impulsadora de extranjerizantes formas arquitectónicas. Los fatídicos actos de los años ´40, importan una arquitectura irrespetuosa al ámbito cubano. La infectante tara intelectual de dichos actos generaron una contagiosa epidemia que aún perdura en Cuba. Más tarde en el crisol de la esperanza se fecundaba el embrión de la “cubanidad arquitectónica”. Sin embargo, los acontecimientos de principio de los ´60, raptan los vestigios de esa anhelada fecundidad. Impulsadas por la nostalgia del ayer las fatuas copias de elementos arquitectónicos fuera de Cuba no hacen arquitectura cubana porque carecen de su esencia anímica. Ya no se hace arquitectura cubana. Sin embargo, en medio de esa desalentadora crisis surge como fénix de las cenizas del prevaleciente agnosticismo filosófico el grupo Orígenes. Orígenes, nos dice Ivette Fuentes de la Paz, auspicia como nunca antes en el país un proyecto “libertario basado en los elementos culturales y logrados por la poesía, como modo de adquirir una conciencia nacionalista”. La arquitectura cubana puede hacer eco de esa conciencia para comenzar a balbucear un prometedor lenguaje criollo. Sería regresar a las raíces de su alma criolla. Introducción y propósito Esto es un rápido y muy sucinto andar por la historia teniendo por objeto descubrir los fenómenos espirituales esenciales, los primo-fenómenos, como lo expresara NicolaiBerdyaev(Una Nueva Edad Media) a través de los cuales podemos penetrar el sentido de los desenvolvimientos históricos para evaluar su influencia en la forma arquitectónica. El propósito es el de suscitar una reflexión sobre el futuro de la arquitectura cubana. No presenta una solución de formas arquitectónicas. Es solo una invitación para analizar las raíces del “alma” cubana y así iniciar una nueva búsqueda sobre su futuro. Esto es solo un rasguño en la pared del devenir arquitectónico cubano. Distinta a otras de las muchas presentaciones, no ofrezco soluciones personales a la corriente crisis arquitectónica cubana, ni una de las muy manidas narraciones históricas. Sin embargo, es de gran agrado ver que la nostalgia de lo que fue ha resultado en un nuevo celo sobre la arquitectura cubana plasmado en docenas de libros, videos, estudios, charlas y planes llenos de ilimitados absurdos.
escuela-politécnicaHay muchos Casandras que pretenden ser los únicos poseedores de esa vara mágica capaz de discernir el futuro y cómo regirlo. Hablar sobre los patios, portales y persianas es repetir lo que ya se ha expuesto ad nauseum. Otros, en forma de irrespetuoso entretenimiento académico preparan planes para el incierto futuro de la ciudad de la Habana sin haber ni estado en la isla por más de 50 años. Lo que llamamos “planes sin gentes”.
De ahí que el propósito esencial de esta presentación es instar a la reflexión sobre la esencia de la arquitectura cubana; sobre su “alma” inspiradora, teniendo por objeto la búsqueda de una nueva e integradora definición de su futuro. Esa búsqueda es significativa ya que arquitectura es la expresión en piedra y mortero de las otras iniciativas culturales, ambientales, espirituales, sociales y económicas del país. Como el resultado de una evolución paulatina, las lecciones que la arquitectura nos enseña, nos sirven para discernir, indirectamente, las virtudes y flaquezas de la nación.
Para poder entender mejor cuales son las causas que afectaron las manifestaciones arquitectónicas a través de la historia universal y por ende la cubana, es necesario ir al pasado y enlazar aquellos pensamientos formales que eventualmente influyeron los estilos arquitectónicos. Un claro exponente de la relación entre la filosofía y la arquitectura fue el catalán José Ferrater Mora, quien llevó a la Universidad de La Habana sus trabajos docentes.
En su ensayo titulado “Filosofía y Arquitectura” explica que los arquitectos no han seguido normas sentadas por los filósofos, ni viceversa. Sin embargo, señala que en el curso de la historia se han manifestado interesantes paralelismos entre estilos arquitectónicos y sistemas o modos de pensar.
Ciñéndose a la llamada “civilización occidental” y dando grandes saltos históricos, Ferrater encuentra cinco claras y distintas manifestaciones arquitectónicas ligadas a la filosofía reinante. Son: el helénico clásico, el gótico medieval, el humanismo renacentista del cuatrocientos, el barroco del seiscientos y el contemporáneo.

Filosofía griega y la arquitectura helénica
La filosofía de las Formas de Platón y Aristóteles, está muy relacionada a la arquitectura fuertemente escultórica de la época. Para los filósofos helénicos la tendencia era la de considerar las Formas como modelos. O sea, la inclinación a visualizar las ideas en imágenes. Según José Ferrater Mora, de ahí que los arquitectos griegos tendían a producir obras de arte máximamente cerradas en sí mismas existentes en un espacio propio y “por consiguiente, concebibles como poseedoras de un lugar en vez de estar simplemente situadas en un espacio”.1

Escolasticismo y la arquitectura gótica
Esa reflexión también toca a la relación entre las catedrales góticas y el escolasticismo. Así lo afirma Edwin Panofsky, el historiador de arte y autor de La Arquitectura Gótica y el Pensamiento Escolástico. Allí señala Panofsky que “la catedral gótica se trata de una “summa” de saberes, que constituye un conjunto inteligible, que participa de una estructura mental común”.2
Esta summa, o la tendencia a la totalidad, resulta en la máxima expresión de la integración de las artes plásticas. El espacio Gótico es un espacio jerarquizado según un orden Divino. Panofsky señala que los constructores de las catedrales góticas no conocían de los escritos de Tomás de Aquino y otros pensadores escolásticos, pero por estar inmersos en la atmósfera del escolasticismo clásico se creó cierto “hábito mental” que afectó la formación del primitivo y alto gótico arquitectónico.

Humanismo y la arquitectura renacentista
El Escolasticismo se ve sustituido por el Humanismo Cuatrocentista. Ese Humanismo que, según Berdyaev, “no ha fortalecido, sino que ha debilitado al Hombre.” Su tesis antropocentrista afirma que “la razón humana adquiere un valor supremo”. Se comienza a dejar de ejercer los “actos de fe”.
Como barómetro de su efecto a través de cientos de años, Sir Julian Huxley (1887-1975) en 1965 mantuvo que: “Ahora debemos de estar listos a abandonar la hipótesis de dios y sus corolarios como la revelación divina o las verdades inalterables, y a cambiar de una posición sobrenatural a una posición naturalista del destino humano”. 3Lo que es decir, la ruptura del hombre con la profundidad de su espíritu.El antropocentrismo reina. Esa filosofía es la cuna del “Príncipe” Maquiavélico, donde la fama, la gloria, el prestigio y el poder a toda costa, son el objetivo final del hombre.
Fue durante el Renacimiento que la arquitectura abandona el tenor Escolástico adoptando tesis pitagóricas que mantienen que la estructura del universo era aritmética, geométrica e inspirada por la filosofía Humanista. Esa amalgama teórica sirve como fuente de inspiración al Renacimiento; la vuelta al paganismo, a los órdenes clásicos, a la renovada admiración por el cuerpo humano. Durante ese período, la geometría llega a describir el trabajo de Dios. “… un Dios que ha ordenado el universo según leyes matemáticas inmutables, quien ha creado un mundo uniforme y proporcionalmente bello.” 4
Basado en estos pensamientos Antonio di Pietro Averlino (Filarete) (1400-1469) diseña la ciudad ideal; Sforzinda con claros trazos geométricos. Ese concepto de mediación humana también nos lo ofrece Leonardo da Vinci [1452-1519] en su dibujo conocido como el Hombre de Vitrubio.
El plan de una iglesia sigue la estructura del cuerpo humano; el microcosmo, correlacionando “a la vez mística y matemática entre el mundo invisible y el visible, entre el macrocosmo y el microcosmo de que son buen testimonio las iglesias renacentistas” como lo define Ferrater. 5 Como ejemplo se encuentra en un dibujo de Francisco di Giorgio (1439-1502) que ilustra su Trattato di architettura, ingegneria e arte militare”.

La contrarreforma y el barroco
Más tarde, la Contrarreforma impulsada por el Concilio de Trento (1545-1583) enmarca el pensamiento Barroco del seiscientos que estará muy influido, entre otros, por la metafísica de Gottfried Wilhelm Leibniz [1646-1716]. El filósofo alemán afirma que no hay una absoluta disposición ni en “espacio ni en tiempo” y quien mantiene que el espacio no es más que “el orden de objetos co-existentes; el tiempo es solo la sucesión de eventos”. Dios es quien asegura la relación entre las ideas y el acontecer de la realidad de las cosas. El Barroco vuelve a la tensión interior de la estructura Gótica y es expresivo de la liberación de las constricciones geométricas y aritméticas del Renacimiento. En las fachadas se delinean suaves curvas que crean efectos de luz y sombras, las columnas se retuercen como aspirando alcanzar al cielo y se erigen impresionantes cúpulas alegóricas al paraíso anhelado. Las exageraciones resultantes de la opulencia influyen en la creación del atiborrado Churrigueresco. Por suerte, la arquitectura cubana nunca fue afectada por esa distorsión del principio Barroco.
Período contemporáneo
Del período contemporáneo, Ferrater señala: “Así como la arquitectura es vista como un modo de organizar el espacio con vistas a hacerlo habitable, también se ha visto con frecuencia el pensar filosófico como un ‘hábito’ cuya principal misión es poner de manifiesto los ‘haberes’ de lo que hay.” 6
El Racionalismo de Emmanuel Kant (1724-1804) postula que la razón no es algo sobrepuesto al espíritu humano, sino la raíz de ese espíritu. La razón es aceptada universalmente como el único método válido para pensar. La subjetividad es descartada por la objetividad.
Esas ideas se expanden críticamente con Friedrich Wilhem Nietzsche (1844-1900) quien mantiene la tesis de que “Dios ha muerto”. Su ateísmo se traduce en la afirmación de que la creciente secularización de la sociedad Europea logra “matar” al Dios Cristiano, base de los valores del Occidente por más de mil años.
Mientras que originalmente el concepto del Dios muerto implica la pérdida del significado y valores del Occidente, alternativamente nada posee un valor intrínseco. Su muerte resulta en un nihilismo absoluto. “Nada queda para que el hombre pueda apoyarse ni orientarse”(Martin Heidegger – Pro Hitler). A Nietzsche le siguen las influyentes ideas del muy discutido Sigmund Freud (1856-1939) quien propone un cambio radical de una reprobada sociedad y la urgencia de cambiarla por entero. En 1923Freud funda en Frankfurt un Instituto para la investigación social asociado a la Universidad citadina. El Instituto fue considerado como la cuna de la Escuela de Frankfurt. En 1931 con pocos medios a través de unos años, da el salto a investigaciones de mayor alcance asociados a una serie de intelectuales provenientes de distintos campos del pensamiento; estética, artes, antropología, sociología y especialmente filosofía.
El proyecto inicial se define como marxismo heterodoxo, es decir, pretende desarrollar una serie de teorías atentas a los problemas sociales como la desigualdad de clases, no solo desde el punto de vista sociológico, sino también filosófico. Aspiraban a combinar a Marx con Freud, reparando en el inconsciente las motivaciones más profundas. Por ello la teoría crítica debería ser un enfoque que, más que tratar de interpretar, debería transformar el mundo.
Esta sucesión de ideas radicales había constituido la base intelectual de la revolución bolchevique del principio del Siglo XX. Para los intelectuales de esa orientación, quienes siempre habían estado apoyados por una gran fuerza publicitaria, el cambio radical de la sociedad era la meta que claramente se manifiesta en la revolución rusa y a través de la República de Weimar (1919-1933).
Dada la falta de valores trascendentes y unificadores, la diversidad de incógnitas ha dilucidar, origina una perpetua y ciega búsqueda sin el beneficio de objetivos precisos. Por no poseer una sólida base espiritual la búsqueda se traduce en una ansiedad irresistible.
Las insatisfechas soluciones son de corta duración, sustituidas rápidamente por nuevas y distintas soluciones. Lo duradero deja de existir para dar paso a lo transitorio y a falsas emulaciones de un ajeno pasado carente de genuinas raíces, a menudo desconocidas. Históricamente la arquitectura se hace efímera.
Dijo Berdyaev que: “El hombre ha dejado de ser un organismo espiritual. Y entonces, en la periferia misma de la vida, surgen centros engañosos. … llegado el hombre a la cumbre de la era humanista, se yergue en un estado de vacuidad terrible.” 7
Igual sucede con la arquitectura. La variedad de datos, variables sociales y ecológicas, sistemas constructivos y múltiples aspectos funcionales, causan la multiplicidad de soluciones arquitectónicas, acompañadas por una generalizada entropía (medida de la incertidumbre) que genera una falacia apocalíptica carente de espiritualidad.
La incesante búsqueda de soluciones personales, sólo logra establecer lenguajes arquitectónicos atomizantes que histórica y comparativamente han sido y serán de corta duración: Art Nouveau, Art Deco, Bauhaus, postmodernismo, deconstructivismo, etc. Las ideas que inspiraron la revolución bolchevique aún tienen vigencia. Aún tienen gran influencia en el mundo del Siglo XXI. El prevaleciente relajamiento espiritual ha sido avasallado por lo material de la vida. La doctrina del materialismo dialéctico es disfrazadamente aceptada con júbilo dentro de influyentes círculos artísticos y literarios.
Nos dice Dostoievsky que la revolución rusa “no era política si no religiosa; era la cuestión del ateísmo y la salvación de la humanidad fuera de Dios”. Si hoy midiéramos el imperante secularismo universal, concluiríamos que esa revolución ha sido exitosa. Fue en Alemania donde el entusiasmo revolucionario tomó forma a través de la República de Weimar. Weimar se había convertido en el centro intelectual de las teorías sociales y políticas, especialmente marxistas, acompañadas con las críticas sociales freudianas que exigían el cambio radical de la sociedad. Su objetivo era crear una nueva sociedad impulsada por una revolución espiritual”, que en realidad carece de una fuerza moral trascendente por rechazar la existencia de una verdad absoluta. El bien y el mal evolucionan hasta fundirse uno con el otro.
Nos dice Barbara Miller Lane (Arquitectura y Política en Alemania 1918-1945) que de la República de Weimar emerge la Escuela del Bauhaus inspirada por “un grupo de arquitectos radicales bajo la dirección de Walter Gropius quienes enuncian que estaban preparando una nueva y socialmente consciente arquitectura que debería jugar un papel importante en la revolución política de Alemania.”8 Era el “cambio radical de una reprobada sociedad y la urgencia de cambiarla por entero” que auspiciaba Freud.
Además, el arquitecto y planificador urbano Bruno Taut fue un fuerte exponente de las ideas de Weimar a través de la arquitectura. Según Miller Lane “Taut arguyó que la forma de la nueva arquitectura, además de inspirar el desarrollo de procesos creativos en el diseño de una casa debe proveer una base para la revolución espiritual” 9. Es decir, la casa debe proveer una base para el desarrollo revolucionario.
La orientación política del Bauhaus más claramente la define su segundo director; Hans Meyer, quien mantiene que: “… las actividades de un militante grupo de estudiantes simpatizantes con el comunismo identificó los trabajos de la escuela con esa política radical”. Nos señala Miller Lane que esa postura de Meyer fue ratificada por un periódico local que afirmaba que: “El Bauhaus en Weimar desafortunadamente ha tomado un brillante color político desde sus comienzos, y en varias ocasiones ha sido de fuerte sostén al comunismo”. 10
Esta nueva arquitectura es claramente expresiva de una nueva era revolucionaria. La arquitectura “moderna” se convirtió en un vehículo para expresar y abogar por las ideas revolucionarias de la República de Weimar. Sin embargo, ¿fueron sus bases sociales carentes de un orden ético la causa de su desintegración? Los grandes esquemas de Weimar, del Bauhaus y la Escuela de Frankfurt estaban diseñados para dictar el comportamiento humano, como si el hombre fuera solo un objeto manipulado para responder a sus grandes planes sociales.
Entre los arquitectos, artistas y escritores del Bauhaus estaba Charles Edouard Jeanneret-Gris y “Le Corbusier” quien su real o pretendida admiración fascista se articula en sus diseños de traza autoritaria siendo un gran propagador del mayor control centralizado. Decía Frank Lloyd Wright que el trabajo de Le Corbusier “parecía ser dirigido a crear en el hombre un complejo de inferioridad”. En 2006 un artículo titulado “Modernismo” el escritor del magazín New Yorker, Malcolm Gladwell señala que: “La Unitéd’ Habitation se convirtió instantáneamente en el ícono de la arquitectura moderna. Casi todos en la profesión lo adoraban, o dijeron que lo hacían; “... los únicos que detestaban esta mugrienta bestia eran los pobres que la habitaban”. 11

El ocaso filosófico
La culminación del deterioro espiritual y la vacuidad del Occidente que nos define Berdyaev, están expresadas por los postulados del argelino (educado en Francia) Jacques Derrida (1930-2004). A mediados de los años 60, Derrida desarrolló una estrategia llamada “Deconstrucción”, que primordialmente era una crítica a toda la tradicional filosofía del occidente. Según él, todos los enunciados filosóficos son intrínsicamente contradictorios y toda proposición tiene múltiples significados. Nada es correcto ni concreto.
A Derrida se le acusa de que sus postulados estaban llenos de artimañas y trucos muy cerca de una formulación anárquica como la de los Dadaístas, quienes, según Fred Kleiner (Boston U.) y Christian Mamiya (U. Nevada), los definen como la “Locura del Homicidio Colectivo”.
bellas artesJohn Searle (U. Cal.) frecuentemente criticaba a Derrida acusándolo de que sus pronunciamientos eran pseudo filosóficos o plenamente sofismas. En 1984 escribe Searle en el New York Times Book Review “… el deliberado oscurantismo de la prosa, las exageradas afirmaciones que parecen paradójicas, que bajo un análisis son tontas o triviales”. 12
Un amigo de Derrida, Michel Foucault (U. Búfalo) también manifiesta su descontento acusándolo de que él practica el método del “oscurantismo terrorista”. Searle define ese oscurantismo terrorista diciendo: “… escribe en forma tan oscura que nadie puede entenderlo. Ergo la parte oscurantista. Si lo criticas responde diciendo: ‘No me entendiste, eres un idiota’, esa es la parte terrorista”.
Así como históricamente los pensamientos formales han afectado las manifestaciones arquitectónicas, los discutidos sofismas de Derrida parecen haber afectado nuevas expresiones arquitectónicas que han sido aceptadas con beneplácito popular, al igual que fue aceptada la Unitéd’ Habitation, más por temor de ser tildados de ignorantes que por entendimiento de sus orígenes. Las exageraciones absurdas del Dadaísmo ahora se ven traducidas en lo llamado “deconstructivismo arquitectónico” que bien podría llamarse “Anarquismo Arquitectónico” Es curioso que en defensa de esas soluciones anacrónicas también se utilice el oscurantismo terrorista, aceptado más por temor que por falta de serio análisis. Los planteamientos de Derrrida también exponen el ocaso del movimiento arquitectónico contemporáneo.
Todo pensamiento trascendente está ausente dentro del contexto del secularismo presente. Derrida es la culminación de la erosión filosófica que se inicia con el Humanismo. A pesar de la ausencia de un ascetismo espiritual que somete lo inferior a lo superior, se pretende encontrar respuestas con falsos artificios pretendiendo detener “ese procedimiento vertiginoso de devastación” (Berdyaev). Se vive en una época de litigio donde se carece de todo lo que no sea práctico y remunerable. El honor se considera como una debilidad.
El entorno filosófico cubano
Manifiesta Humberto Piñera Llera (1911-1986) que “la filosofía ha sido la propulsora de esas ideas de las cuales, a su vez, ha dependido nuestro destino histórico. Resulta, pues, conveniente examinar las ideas que, en el caso de Cuba, determinaron en gran medida el proceso de nuestra historia conocido con el nombre de independencia.” 13
La breve introducción presentada, histórica señala que a través de la historia ha existido, un paralelismo entre los pensamientos formales y las manifestaciones arquitectónicas. Dentro de ese universal marco histórico, nos adentramos al entorno cubano para buscar aquellos pensamientos formales que pudieron afectar las manifestaciones arquitectónicas cubanas. Si coincidimos con ese enfoque se hace una invitación al re-encuentro con aquellos planteamientos éticos que pudieran matizar la arquitectura cubana llevándola a sus raíces.
Si en otras culturas que nos precedieron, ha existido ese paralelismo, ¿por qué no también en Cuba? ¿De qué modo nuestro entorno filosófico se relaciona con la arquitectura cubana? ¿Cuales son las condiciones históricas que mejor ilustran la corta pero intensa evolución del vocabulario cubano arquitectónico basado en los prevalentes valores éticos y culturales de la nación? La respuesta a esas preguntas nos ayudaría a identificar las genuinas raíces de la arquitectura criolla y a la vez nos sugeriría el quehacer necesario a la recuperación del “alma” cubana. Esa “alma” que sería crisol para el desarrollo de una auténtica arquitectura cubana. Si seguimos la lógica aplicada anteriormente respecto a la relación arquitectura-filosofía, primero debemos de obtener un concepto general del milieu filosófico cubano y entonces identificar las correspondientes expresiones arquitectónicas.
Nos dice Ivette Fuentes de la Paz (1953) que: “No podemos hablar de los filósofos de los Siglos XVIII y XIX sin pensar sobre la postura cívica, anticolonial y política, promulgadora de los mejores valores patrióticos y educativos de la juventud, que van más allá de los confines de las especulaciones teoréticas. 14 Los pensadores cubanos estaban principalmente preocupados por la independencia. Los asuntos de la fe generalmente eran tratados con menos urgencia.
Roberto Agramonte (1904-1995) nos indica que “La historia del pensamiento filosófico cubano es una doble lucha del espíritu hacia la autorrealización de la idea de libertad y el reemplazo de una fe muerta por una fe viva”.
Es necesario reconocer que los antecedentes filosóficos cubanos, como en otros países hispanoamericanos, fueron introducidos por comprometidas congregaciones religiosas devenidas de la corona española; un marco ético matizado por los intereses económicos de la corona. De ahí que parte de la filosofía cubana refleja esa especial devoción libertaria. Su esencia era la lucha contra el materialismo monárquico auspiciado por la inquietante postura eclesiástica.

Félix Varela y Morales (1788-1853)
Manifiesta Humberto Piñera, (1911-1986) que Félix Varela y Morales fue uno de los más importantes precursores de los pensamientos filosóficos cubanos y el principal fundador de la identidad nacional. Varela estaba imbuido de los principios del Humanismo y de las ideas Cartesianas. Piñera nos indica que: “Ese criterio individualista significa que Varela es un fuerte defensor de una educación experimentalista en contra del verbalismo Escolástico”.
Varela afirma la supremacía del individuo sobre todos los aspectos sociales y colectivos; “un ciudadano comprometido con la sociedad, Dios y consigo mismo.” A través de dos de sus manifiestos; Lecciones de Filosofía y Cartas a Elpidio, Varela presenta una singular posición defendiendo la libertad filosófica mientras que a la vez protege la esencia de las cosas divinas provenientes de la fe.
Varela estableció una clara separación entre teología y filosofía. Él expresó que la Iglesia tenía competencia en materias teológicas pero no en asuntos filosóficos. Fue Varela el que siembra la semilla de la independencia manteniendo que para tener libertad de pensamiento era necesario tener independencia nacional. Estas ideas se transforman en las luchas por la liberación del control colonial.
Sin embargo, mientras que Varela por una parte rechaza los rígidos principios escolásticos, quizá contradictoriamente, por otra defiende el pensamiento tomista que establecía la justificación teológica para limitar el poder del rey. Santo Tomás había escrito: “Un rey que no es fiel a su deber pierde su derecho a exigir obediencia. Derrocarlo no constituye rebelión, pues él mismo es un rebelde a quien la nación tiene el derecho a destituir”.

José de la Luz y Caballero (1800-1862)
El otro importante filósofo cubano que contribuye a la definición de la “cubanidad”, fue José de la Luz y Caballero. Caballero también se opone al Escolasticismo aun prevaleciente. Su pensamiento está marcado por un carácter empirista, al señalar la importancia de la filosofía como análisis de los valores. Al igual que Varela, Caballero afirma que tanto la verdad religiosa como la verdad filosófica no son incompatibles; solo aparecen como aspectos distintos de la verdad Divina.
El amplio conocimiento de Caballero sobre Teología y la vida religiosa, propició sus repetidas acusaciones en contra del clero español que vivía en Cuba. “Libertad de pensamiento” es la esencia de la postura intelectual de Caballero. Igual a la ponencia de Varela de la enseñanza relacionada al método explicativo de instrucción, su lucha fue “contra el sistema ético-filosófico de la época”.
En una tesis sometida al Círculo Cultural Panamericano de Filosofía e Independencia, Caballero expresó: “Autonomía es una reflexión y capacidad creativa, sin la cual el espíritu prácticamente no existe. ¿Cuál sería esa libertad de pensamiento si no el punto de partida hacia una independencia total tanto del individuo como de la sociedad?”.
Junto a Valera, Caballero sembró la escisión de longevos artículos de fe con las diversas interpretaciones de postulados filosóficos. Se puede considerar que la disyunción entre filosofía y fe de ambos, ocasionaría en el futuro el rechazo absoluto de los cánones de fe cimentando exclusivamente todo argumento a favor del conocimiento científico. Al igual que en el caso de Varela, la relación filosófica directa de Caballero con la arquitectura cubana no era de esperase.
La indirecta influencia que pudo tener la filosofía de Varela y Caballero sobre la arquitectura, se muestra un siglo más tarde como una incipiente arquitectura en busca de una identidad nacional. Tomarían cien años para que las ideas sobre la “cubanidad” de Varela y de Caballero, se vieran traducidas en un embrionario lenguaje arquitectónico criollo aunque aún desprovisto de un ascetismo teológico. El binomio Varela/Caballero presenta una especial objetividad y sentido de la historia, en respuesta a la experiencia vivida en carne y espíritu, ligada a su vez a un idealismo que sólo la vocación por la libertad y la fe por “lo que es bueno en la existencia” concertaban.

Enrique José Varona (1849-1933)
Finalmente, como resultado de la evolución filosófica del germen de la enseñanza activa y experimentalista, el pensamiento de Enrique José Varona sostiene una marcada tendencia positivista que afirma que el único conocimiento auténtico es el conocimiento científico. En contraste, Varona rechaza los postulados teológicos que Varela y Caballero aceptaban como válidos pero separados del pensamiento filosófico. Esto era el “conocimiento en su función desmitificadora de la realidad”. Su concepción social y secular lo lleva a pensar que… “el hombre es un ser incompleto, para sentirse completo necesita del hombre”.
En esto Varona concuerda con la afirmación de Berdyaev de que como resultado degenerativo del Humanismo; “El hombre siente una inmensa fatiga y está dispuesto a apoyarse en cualquier género de colectivismo”;ese impersonal colectivismo que hace desaparecer la identificación del individuo para convertirlo en un ser “sin cara”, sin su propia alma.
Varona, con su clara postura anticlerical y atea, aboga por una educación laica: “Que se haga descansar toda la obra de nuestra enseñanza sobre una base estrictamente científica ....la activa competencia a que obliga la multiplicidad de relaciones de la vida moderna no espíritus para la especulación fantástica”.
Esa tesis agnóstica de la educación en Cuba, evolucionó hasta los 60’s al verse sustituida, supuestamente por un pseudo materialismo dialéctico. En actitud pesimista Varona consideró que la Agustina “Ciudad de Dios” ya no era posible. Solo al final de su vida parece recobrar su optimismo y confianza en la posibilidad del progreso y perfeccionamiento humano.
De trascendental importancia fue su hacer. Con el llamado “Plan Varona” implantó y reestructuró la educación pública cubana guiada por su agnosticismo y anticlericarismo. El resultado es que “El hombre (cubano) ha dejado de ser un organismo espiritual” como diría Berdyaev.
Ese secularismo influyó todas las facetas de la sociedad cubana. Su laicismo y afirmación de que es la ciencia la verdadera base del saber hace que el devenir de cambios científicos continúan temporalizando las soluciones arquitectónicas en Cuba. Sería una arquitectura afectada por influencias extranjeras, desprovista de una mística basada en valores trascendentales.
Si la arquitectura es poesía hecha piedra y poesía es el lenguaje del espíritu, en Cuba la arquitectura ya no hace poesía; ya no canta jubilosamente en la mañana del futuro criollo. Se ha cercenado la milenaria relación con lo espiritual.

El sublime barroco cubano
En contraste con otras naciones hispano-americanas, en Cuba no había una arquitectura autóctona de valor. Durante el ámbito Valera/Caballero, la arquitectura en Cuba era Barroca influida por corrientes peninsulares. Sin embargo, en Cuba esa arquitectura se hace esquemática, sublime, suave, genuinamente cubana en respuesta al entorno físico, social y económico. Una arquitectura que al principio fue reflejo de una sociedad carente de falsas opulencias y exageraciones artísticas sufrió una metamorfosis sustancial para adquirir su propia “alma”; su propia cara; su singular criollismo.
El Barroco cubano se beneficia de una sana mutación que lo convierte en una arquitectura sui generis respetuosa de sus orígenes andaluces sintéticos, de sus influencias moriscas (masas simples con amplio uso de madera), y capaz de responder con elegancia a la idiosincrasia social y ambiental.
La mayoría de las significantes obras arquitectónicas cubanas eran de origen público o religioso sin estar auspiciadas ni financiadas por criollos preocupados por la liberación del colonialismo español. Sin embargo, era una arquitectura imbuida por una fuerte corriente Barroca primordialmente proveniente de Sevilla y Cádiz.
La arquitectura colonial cubana de los siglos XVIII y XIX, reflejaba en gran parte la ausencia participativa “criolla”. La mayoría de las suntuosas obras residenciales eran patrocinadas por nobles españoles, como la del Conde de la Reunión, en la calle Empedrado, y la del Marqués de San Felipe y Santiago, en la Plaza de San Francisco, como lo señala el historiador Marco Antonio Ramos (Cuba, Arquitectura y Urbanismo). En particular se encuentra la singular “Casa de la Obrapía” que según el Arquitecto Evelio Govantes “es la obra barroca más libre y atrevida que nos dejó España en la arquitectura doméstica”.16
Como resultado, el Barroco cubano obtiene un sello indeleble e inconfundible. El barroquismo cubano es un barroquismo sublimemente diluido. Esa fue la semilla que después de muchos años se comienza a perfilar como el “alma de la cubanidad” a través de su arquitectura.

Influencias extranjerizantes
La tradición Barroca cubana pronto se abandona a principio del siglo XX. En las primicias de la República existió una “actitud de copiar sistemáticamente estilos del pasado, pretendiendo con falsificaciones arquitectónicas escapar un presente incierto y a la vez contrarrestar un complejo de inferioridad cultural, o bien fingir un curso distinto de la historia” 17 como lo asevera Bruno Stagno en su escrito sobre “Tropicalidad y Arquitectura”.
Lamentablemente, en casi todos los pueblos la conquista de sus libertades es acompañada por el rápido abandono de las formas artísticas tradicionales. Según el profesor e historiador Joaquín Weiss, desafortunadamente en Cuba, “…al colonial le siguen las fórmulas directamente importadas de la peor arquitectura lignaria norteamericana, los mal llamados ‘chalets’, con sus formas enclenques y rígidas, y sus distribuciones y detalles debidos a otro clima y otras costumbres por tanto inaceptables en nuestro medio”. 18
No sólo eran estas manifestaciones arquitectónicas una forma de rebelión contra los clásicos cánones españoles, sino también un frívolo afán en mostrar independencia política y logros económicos. Como resultado, a Cuba se importan una diversidad de extranjerizantes estilos arquitectónicos.
Durante las primicias de la República, el lenguaje arquitectónico vagaba como una peripatética polilla atraída por las fugaces luces de una arquitectura ajena. Fue así hasta que los trabajos de “Orígenes” (1944-1956) cuestionan la definición del “alma de la cubanidad”. Todas esas influencias extranjeras mostraron un silente desdén por las condiciones sociales, históricas o ambientales. Dentro de esa diversidad, quizá la más genuina arquitectura al ámbito cubano fue la arquitectura vernácula adaptada a medios disponibles tanto constructivos como materiales.
El bohío cubano, auque con trazas similares al de otras culturas, adoptó materiales autóctonos de fácil acceso y manipulación. Esa vulnerable arquitectura aún tiene vigencia gracias a una tradición oral y al lento desarrollo socio-económico de las zonas rurales. El eufemismo de extranjerizantes estilos se introdujo en Cuba en deslucido afán por mostrar que la Isla había evolucionado cultural y arquitectónicamente.
A pesar de la paulatina e irreparable pérdida de aquellos ejemplos de variados estilos por los últimos 50 años, principalmente en La Habana, aún se encuentran escasas muestras de aquel pretencioso balbuceo arquitectónico. El Neoclásico se introduce tanto en edificaciones religiosas como residenciales. La Iglesia de la Inmaculada Concepción, en Cárdenas, es una muestra de ese estilo aplicado.
A través de la Isla, Cuba ofrece muchos ejemplos de obras eclécticas, que quizá resultan como soluciones prácticas o por un conocimiento generalizado de varios estilos sin que aparentemente exista la dominación de uno sobre otro.
El palacio de la Condesa Revilla de Camargo (María Luisa Gómez Mena) es el actual Museo Nacional de Artes Decorativas en el Vedado. El edificio es de un estilo ecléctico con trazas renacentistas del clásico francés. Esta ostentosa casa fue diseñada por los arquitectos franceses, P. Viard y M. Destuges quienes incorporaron detalles del Palacio Versalles y del PetitTrianon en París. Otro ejemplo del eclecticismo en Cuba es el Yacht Club de Cienfuegos.
En Europa, el Art Nouveau dura como nuevo estilo unos 55 años (1850 - 1905) suplantado por el Modernismo. En el Art Nouveau encontramos una urbanidad orgánica empleando estilizadas alegóricas plantas que evocan ligereza, frescura y energía. También se le conoció como el “Estilo Total” por incluir la arquitectura, mobiliarios, joyas, artes visuales, luminarias, etc. Fue la era de la joie de vivre; la era de la Bélle Époque. La época donde el orfebre cobra una especial dimensión artística.
La Habana nos ofrece algunos ejemplos de Art Nouveau sin nunca incorporar la exuberante ornamentación de Antonio Gaudi. El ejemplo que se muestra es el edificio conocido como el Cetro de Oro, en la Calle Reina, que fue construido en 1908 y diseñado por el arquitecto Eugenio Dediot.
Del Art Deco, el pintor mexicano Xavier Esqueda en su libro Art Deco: Retrato de una Época lo define de la siguiente manera: “La geometría impera en los diseños desde la arquitectura hasta todo aquello diseñable…La obsesión del Art Deco por el diseño es latente hasta en los más mínimos detalles de la construcción, y en algunos casos de la arquitectura se pone más atención en el efecto decorativo que en la estructura en si.” 19
El Art Deco fue bien acogido en Cuba. Entre los edificios más conocidos hay tres construidos en La Habana que son representativos de dicho estilo. Uno de ellos conocido mundialmente, es el edificio de las oficinas de la Bacardí, construido en 1930, diseñado por el arquitecto Estevan Rodríguez Castell. En su época fue el edificio más alto de Cuba. La fachada de este edificio sirve de carátula al libro Havana Deco de Alejandro G. Alonso, et al, publicado por W. W. Norton Company.
Otro de los edificios es el Colegio de Arquitectos de Cuba, y tiene una significación especial por haber sido el estilo arquitectónico escogido por la institución profesional que representaba a los arquitectos cubanos. Fue construido en 1947 y diseñado por los arquitectos Fernando de Zárraga y Mario Esquiroz.
El edificio de apartamentos López-Serrano, en las Calles 13 y L, en El Vedado, es un magnífico ejemplo del estilo Art Deco en Cuba. El edificio de 14 plantas fue diseñado por Ricardo Mira y Miguel Rosich y completado en 1932. La planta es en forma de “H” para lograr una máxima iluminación y ventilación. Fue el primer edificio en Cuba que incorporó pequeños patinejos para ventilar las áreas de servicio que no tenían acceso a las fachadas exteriores del edificio.

Rouen en La Habana
A mediado de los años ´40, en la Escuela de Arquitectura de la Universidad de la Habana, un pequeño grupo de estudiantes, impulsados por una efervescencia juvenil que no mide el alcance de sus acciones, rechazan todo lo relacionado a los órdenes clásicos y su historia. Deslumbrados por el espejismo del Bauhaus, ese rechazo culmina con la llamada “Quema del Vignola” que irreverentemente constituyó el repudio de las normativas clásicas. Los venerables pasillos de la Escuela se transforman en la Plaza del Vieux Marché de la ciudad de Rouen, donde irrespetuosamente se inmolan los libros de Giacomo Vignola (Reglas de los Cinco Órdenes de la Arquitectura).
A raíz de ese evento, empezaron las influencias del ajeno movimiento alemán del Bauhaus que matizó la arquitectura cubana por varios años, sin que aparentemente se supiera la “raisond’étre” de dicho movimiento. No obstante, la idolatría por el Bauhaus se convierte en religión educativa. Se importan arquitectos que impusieron caprichosamente criterios alejados de la realidad social y ambiental cubana . Los edificios afectados por esa tendencia representaron el descarte de una oportunidad para proponer una arquitectura llena de las tradicionales raíces que con el curso de los años habrían logrado soluciones sui generis al ambiente social y físico cubano. Sin embargo, a pesar de ofrecer una arquitectura ajena, fue Neutra quien sugiere la búsqueda de una arquitectura autóctona.

El óvulo prometedor
Finalmente como Fénix surgiendo de las caóticas cenizas del marasmo filosófico, emerge el grupo “Orígenes” cuyo objetivo principal se enfoca en alcanzar, a través de las ramas de los orígenes cubanos un mejor entendimiento de ese tronco llamado “cubanidad”.
En medio de esa burlesca cacofonía arquitectónica surgen en Cuba algunos precursores de lo que podría ser una arquitectura genuina. Fue por la iniciativa de esos celosos innovadores que la arquitectura cubana empezó a cobrar su propia personalidad. Una arquitectura respetuosa de las tradicionales raíces criollas, de la prodigiosa cadencia geomórficas, de la suave caricia climatológica, de la explosión sensorial cubana.
Sólo con el transcurso de los años, y a pesar de influencias ajenas a nuestra nacionalidad, la arquitectura cubana, aunque aún ausente de influencias místicas, comienza a manifestarse con trazos criollos durante los años ´50. Sin embargo, al estar afectados por la reinante vacuidad espiritual, solo le faltaba a esa arquitectura haberse convertido en un vehículo para lo que se hubiera descrito como el camino ascensional del hombre hacia lo más trascendente que mueve su espíritu.

la -habanaEl rapto de la esperanza
Los eventos de 1959 abandonan radicalmente la búsqueda de una arquitectura cubana, a pesar de los clamores nacionalistas. En Cuba, después de 1959, desaparece el esfuerzo por definir “lo cubano” en la arquitectura. La esperanza que conllevaban los avances de los años ´50, se vieron interrumpidos por la “descubanización arquitectónica”. El abandono de las antiguas expresiones arquitectónicas desaparecen insensible y paulatinamente a través de lo que Florian Borchmeyer y Matthias Hehtscher titulan “Habana – El Arte Nuevo De Hacer Ruinas”. Todo esto contribuye a encrespar el acertijo de esa infructuosa búsqueda.
Los actuales minúsculos afanes por “recuperar lo viejo”, no implican el desarrollo de una nueva arquitectura criolla. Sin embargo, esos afanes resultan en la sensible y respetuosa recuperación de valores patrimoniales arquitectónicos. Pero desafortunadamente, en su mayoría son convertidos para la atracción turística en espacios vacíos solamente ocupados por decrépitos fantasmas.
Por otra parte, copiar artificialmente fuera de Cuba patios, persianas, pisos multicolores, altos puntales y arcos con cristales de color, no es hacer arquitectura cubana, ufanarse de que lo copiado malamente es “cubano” en realidad es sólo una pobre imitación de formas carentes de sentido de espacio y de tiempo. Se ha perdido el deseo de imbricar arquitectura y “cubanidad”. No se puede hacer arquitectura cubana fuera de Cuba, como no se pude planear una ciudad sin haber estado en ella por decenas de años.
El actual afán por salirse de lo “cubano viejo” (como lo fue contra el colonialismo español) crea una arquitectura carente de carácter nacional. Los incipientes logros de los años ´50, se ignoran sin lograr establecer alguna identidad propia. La desorientación ética y lo intrascendente ha dado paso a un pragmatismo materialista e incoherente. La ingerente explotación de los valores naturales resulta en la importación de una arquitectura perniciosa, intrusa, nociva, ofensiva, anticubana. Desafortunadamente, los valores ambientales se doblegan a intereses ajenos sin que exista objeción profesional.

La Habana peregrina
Sólo porque existe una íntima relación entre arquitectura y el tejido urbano es necesario mencionar, aunque someramente, los quehaceres urbanísticos de la Habana. Así como la arquitectura estaba deslumbrada por fuentes extranjeras, la planificación de la Habana sufrió bajo similares corrientes que mostraban gran indiferencia hacia las genuinas raíces urbanísticas de la Capital.
En Cuba el desdén por su tradición urbanística comienza a manifestarse desde el principio del Siglo XX. En 1905 en su tesis de grado, el arquitecto Raúl Otero sugiere construir el Capitolio Nacional en la llamada “Loma de los Catalanes” en la Avenida de la Independencia, donde años más tarde se creó la mal llamada Plaza Cívica”. La “Loma” presentaba condiciones topográficas similares a la del Capitolio de los Estados Unidos de Norteamérica.
Ya desde tan temprana edad republicana surgía la tesis de desplazar el corazón institucional fuera del casco colonial. El plan para la localización del Capitolio no se ejecutó, pero si estableció un precedente hacia el abandono de la génesis capitalina. Ya se había sembrado el árbol de la diabólica manzana paradisíaca fuera del centro anímico de la ciudad. Poco años más tarde a finales de los años ´20, la concepción de crear un “Nuevo Centro” para La Habana se cristaliza al arrancar de su corazón las principales funciones gubernamentales capitalinas. Las funciones que son claves al funcionamiento de la Capital son desterradas fuera del casco colonial. La “Ciudad de la Columnas” de Carpentier perdería sus columnas, sus portales, su capacidad de “jugar al escondite con el sol”.
Al corazón de La Habana sandunguera, como dirían en Cuba, se le fuerza a emprender un peregrinaje hacia tierra inhóspita, sahárica, inerte, antisocial. El placentero intercambio social del habanero se cercena al ser sustituido por una austeridad institucional ajena a su carácter. Ya no existirían los puestos de ostras o de dulces en los inexistentes portales de la Plaza Cívica. Ya no existirían el ruido de los autobuses, ni el rechinar de los viejos tranvías. Ya no existirían los andares sin rumbo y tropiezos en una Capital que invitaba al disfrute de un espíritu de ser lo que sublimemente es. El Lebensraum Habanero perdería su espíritu, porque a toda ciudad a la que se le arranca el corazón social, funcional, anímico, languidece hasta el mayor grado de deterioro. Esa es una muerte lenta pero implacable.
A Cuba se importan profesionales extranjeros, algunos con afanes antagónicos a la dinámica social cubana o a la legendaria estructura del casco colonial. Pocos supieron entender el “alma” de la ciudad ni sus raíces. Llegaban con ideas y patrones preestablecidos que deberían de ser impuestos a pesar de ser anacrónicos al entorno cubano.
En 1930 se inician los trabajos del “Plan Director de La Habana” dirigidos por el arquitecto paisajista Jean Claude Forestier, quien importa trazados del Beaux-Art ofreciendo la revalorización del marco paisajístico y la ampliación de las áreas verdes. Esta positiva contribución establece un marco apropiado que sin duda dirigió muy satisfactoriamente obras de índole pública como la Avenida de las Misiones, el Paseo del Prado y la Avenida del Puerto, entre otras. Sin embargo, los códigos formales del Beaux-Art le obligan a rechazar el diálogo entre lo propuesto y las sutiles irregularidades del casco colonial.
Años más tarde, en 1956, se contratan los servicios de los arquitectos José Luís Sert y Paul Schulz, de la firma norteamericana de Paul Lester Weiner, para diseñar el “Plan Piloto de La Habana”. Si su ofrecimiento hubiera sido implementado el litoral Habanero y toda la ciudad hubieran sufrido una irreversible e irreparable pérdida. El plan proponía la creación de una rectangular isla artificial sobre el mar teniendo como dimensiones 250 metros (800 pies) de ancho por 800 metros (2,600 pies) de largo. La misma estaría conectada a tierra con la prolongación de las calles Galiano y Belascoaín. Además, el plan sugería el uso de una franja de tierra frente al actual Malecón para también acomodar hoteles, casinos y áreas comerciales. Estas dos muralla de hoteles, casinos y áreas comerciales colocadas frente al litoral, opacarían la vista al mar de unas 15 manzanas del histórico Malecón. La línea suave, plácida, abierta al mar del litoral habanero se perdía sin que quedara rastro de la elegancia de lo que una vez fue. Ese litoral, que era el foco urbanístico Habanero, tan admirado y usado por generaciones sería profanado.
La poca sensibilidad de esa propuesta, muestra la complacencia de profesionales cubanos que aceptaban imposiciones extranjeras sin cuestionar la validez de las mismas. Pero gracias a que el destino de La Habana está protegido como por arte de encantamiento, afortunadamente dicho plan no se ejecutó.
Un nuevo reto urbanístico lo presentaba el Túnel de La Habana, que abría nuevas posibilidades al crecimiento de la ciudad en competencia con El Vedado, Miramar y El Country, hacia el oeste de la ciudad. Amplios terrenos ofrecían grandes opor-tunidades al desarrollo sin aquellos costos asociados a las mejoras de una infra-estructura ya deficiente en el viejo casco urbano.
En el 1958 va a Cuba Franco Albini para diseñar el “Plan de Desarrollo de La Habana del Este”. Albini fue invitado por empresarios privados en control de muchas de las tierras en La Habana del Este quienes contrataron sus servicios. (Pedro Grau y Dioniso Velasco). Albini era un conocido arquitecto italiano de fama internacional cono-cido por el diseño de mobiliarios, y que trabajó con los arquitectos cubanos Miguel Gastón y Ricardo Porro en la preparación del plan. Porro, en particular, estaba muy imbuido por las ideas del Plan Voisin de Le Corbusier.
El concepto de Albini consistía en crear un nuevo foco de desarrollo urbano hacia el este de la ciudad, que balanceaba de esa forma su crecimiento y mantenía el casco colonial como centro geográfico del tejido urbano de La Gran Habana. En años posteriores, los terrenos de La Habana del Este fueron utilizados para la construcción de viviendas de interés social financiadas al principio con fondos del Instituto Nacional de Ahorro y Vivienda (INAV).
Después, varios atentos por planificar La Habana han sido preparados nacionalmente y en el extranjero, habiendo resultado estos últimos más como producto de la nostalgia que como una valiosa contribución al futuro desarrollo de la ciudad. Porque decía Ricardo Porro “Que nadie debe de atreverse a proponer un plan de desarrollo urbano para ninguna ciudad después de una larga ausencia”. En todo caso, de no existir una voluntad política todo plan regulador es solo un ejercicio intelectual.

El futuro incierto
Los apuntes anteriores señalan escuetamente cómo a través de siglos la arquitectura ha estado influida por diversas expresiones del pensamiento formal. El lento, pero implacable proceso filosófico que arrancara con el antropocentrismo humanista, culminó en la sustitución de lo permanente por lo transitorio, por el deterioro moral, por un desorientador imperio caótico. No se puede esperar que la ruptura con las cosas del espíritu pueda originar una alternativa al corriente caos moral. La prueba de su culminación nos la dan los Dadaístas y el so-llamado Deconstructivismo.
La arquitectura cubana no escapa a esa observación. Nuestra arquitectura presenta un futuro incierto dado la erosionada ética de las dos orillas de la Isla. Se ha dicho que por varias décadas en el pueblo cubano ha existido un imperante agnosticismo y pragmatismo tapizado por mucha mentira y no poca hipocresía religiosa. Lo agrava el hecho de que esas condiciones no son inherentes ni exclusivas a Cuba. Quizá sea un fiel reflejo de la llamada decadencia del mundo occidental.
El aún prevalente liberalismo filosófico del siglo XIX, acompañado por una adónica superficialidad intelectual, frivolidad y un generalizado hedonismo, da origen al imperio caótico social. Desviado por atracciones foráneas y acompañado por una abulia espiritual, la arquitectura cubana perdió el posible desarrollo de una genuina identidad.

El pentecostés arquitectónico cubano
La búsqueda de la identidad arquitectónica cubana no puede estar basada en soluciones de forma o estilo. El cimiento de su identidad descansa en enunciar metafísicamente (lo abstracto del ser y de Dios) la correlación forma-mensaje, tal como la ofrecen el helénico, el gótico o el barroco. La consecución de la búsqueda de la “cubanidad arquitectónica” resta en la capacidad de poder enunciar en mármol y concreto un sublime mensaje que ensalza al hombre al darle una fuerza moral trascendente; una nueva ética que enlazaría las verdaderas raíces espirituales criollas con una nueva visión del porvenir. Esto es necesario para rescatar el germen cubano del prevaleciente nihilismo ideológico, el imperante caos arquitectónico, y además establecer un vocabulario estilístico capaz de auspiciar el resurgimiento del “cubanismo arquitectónico”.
Pero, ¿es todo esto un iluso ejercicio dialéctico? ¿Seríamos capaces de establecer un nuevo idioma, que como las ancestrales culturas que nos preceden ilustraron aquellos pensamientos formales que enaltecen el espíritu? Nos explica Humberto Piñera que la filosofía es siempre “instrumentalista”. La filosofía “en su seno lleva una carga explosiva” que tarde o temprano causa un impacto social. El instrumentalismo filosófico del Presbítero Caballero forja la idea independentista que se traduce en las luchas anticoloniales. Hoy nos parece que hay pocos pensadores cubanos que como Varela o Caballero puedan impartir las ideas de una ética animista capaz de transformar por su carga explosiva la generalizada concepción antropocéntrica del hombre.

¿Será que las expresiones filosóficas del instrumentalismo de lo espiritual se ven cercenadas por el silencio de una sociedad castrada por el imperante agnosticismo?
Fuentes de la Paz nos advierte que el camino para lograr ese edificante idioma es arduo. La perfección de este afán nos lleva más allá, hacia la búsqueda de sus orígenes: “Será el descubrimiento de uno mismo; el redescubrimiento de Dios” 20. Es ahí donde descansa el renovado esfuerzo necesario para redefinir nuestra definición de “cubanidad”. Como lo relata Armando Álvarez Bravo, esa tarea será “… la plena entrega a un quehacer cuya esencia y espacio es la estricta soledad”.21
Tanto la Sociedad Cubana de Filosofía como el grupo “Orígenes”, ocupan un papel destacado en la evolución del pensamiento cubano. Ambos crearon una actualizada corriente filosófica imbuida por un marcado nacionalismo y espiritualidad. En los trabajos de “Orígenes” podríamos encontrar respuesta a la articulación de un nuevo lenguaje arquitectónico. Como lo define Fuentes de la Paz: “Y es que ‘Orígenes’ no fue sólo un hecho poético o artístico, sino un fenómeno que otorgó nuevas definiciones tanto a la cultura como al trasfondo de espiritualidad que ella encierra... De este modo, la conciencia histórica estará en dependencia de lo actual, punto en que descansa el pasado como ‘memoria’ y el futuro como ‘esperanza de serlo’, todo lo cual refuerza la primacía del hombre como ‘hacedor’ de la Historia, no en un albedrío azaroso sino como elemento que sienta su marcha y su destino en un camino hacia Dios”. 22
Abunda Fuentes de la Paz en la importancia de “Orígenes” señalando que: “Nunca antes existió en el país un proyecto “libertario” basado en los elementos culturales y logrados por la poesía, como modo de adquirir una conciencia nacionalista. Nunca antes sintió la cultura en su protagonismo, que era como forma de la conciencia humana y de su espíritu, fue capaz de llevar a cabo un proyecto de veras grande y nutridor”. 23
Si aceptamos la hipótesis de que existen “interesantes paralelismos entre estilos arquitectónicos y sistemas ó modos de pensar” cabría preguntarnos ¿Cuál es el pensamiento formal cubano capaz de influir las formas arquitectónicas criollas? ¿Podríamos traducir los trabajos de “Orígenes” en un lenguaje arquitectónico? Si no es “Orígenes”, ¿Qué otro pensamiento consolidaría la base intelectual de la arquitectura cubana?
De no ser la arquitectura cubana consecuente con una correlación forma-mensaje, inspirada por ese “instrumentalismo” filosófico del que nos habla Piñera, su expresión estaría afectada por una vacuidad espiritual que pronto dejaría de tener vigencia.
Decía el entrenador de basketball Jim Valvano que “muertas las ideologías, el mundo queda en manos de gente práctica que anula cerebros bajo montañas de nada”. ¿Estamos los cubanos irremediablemente sumidos en la abundancia de la nada?
Dependiendo de esa respuesta, podremos “crear” una duradera arquitectura y una ciudad capaz de originar ese “movimiento vertical que es la aspiración a la divinidad” que plantea Jacques Maritain. Nos preguntamos, ¿tiene el arquitecto algún papel en el redescubrimiento de lo cubano? Si la arquitectura cubana manifestara el ancestral paralelismo entre estilo arquitectónico y un sistema o modo de pensar representativo de las “raíces de la cubanidad”, su contribución alcanzaría metas inesperadas.
Para que la arquitectura cubana pueda convertirse en un oráculo de valores trascendentales debe de existir la asimilación de aquellas inspiradoras ideas capaces de crear un nuevo hábito mental. El logro de las cualidades integradoras y estabilizadoras del ayer depende del restablecimiento de un inspirador orden ético.
El futuro de la arquitectura en Cuba descansa en el descubrimiento de aquellos pensamientos formales que nos lleven a las trascendentes raíces de lo que puede ser la Nación avivando la responsabilidad ética del arquitecto. La arquitectura sería una catapulta para exaltar los más sublimes sentimientos y espiritualidad del cubano. Mas, para lograr las cualidades integradoras y estabilidad tenemos que entender la necesidad de restaurar un orden ético inspirador y así lograr un “visible eco celestial y válida armonía universal.”
Basándonos en el propio pensamiento de José Lezama Lima, el cubano necesita restaurar “la filosofía antropológica religiosa que guía el camino de ascensión del hombre hacia la visión más trascendental que mueve el espíritu: Dios”. 24
No obstante, es necesario distinguir que la arquitectura no es, ni puede ser una cruzada evangélica ni teológica. Tampoco lo fue la obra de Johann Sebastian Bach. Su mensaje ni siquiera es un suave murmullo, sino una sinfonía silente capaz de llenar los ocultos vacíos del alma cubana.

Notas y Referencias.-

1 José Ferrater Mora: Filosofía y arquitectura. Cuestiones disputadas. Ensayos de Filosofía. Madrid, Revista de Occidente,1955
2 Edwin Panofsky: GoticArquitecture and scholasticism.Meridian Books, 1957.
3 JulianHuxley: Tomado de Fortune Magazine, 1965.
4 RudolfWittkover: Arquitectural Principles en the age of Humanism.AlecTiranti, Lta, London,1952
5 José Ferrater Mora: Opt cit.
6Ibidem
7NicolaiBerdyaev: Una nueva Edad Media. Reflexiones acerca de los destinos de Rusia y de Europa. Barcelona, Editorial Apolo, 1951.
8 Barbara Miller Lane: Arquitecture and Polítics in Germany. 1918-1945. Harward University Press, Cambridge, MA.
9 Barbara Miller Lane: Op cit.
10 Idem
11MalcolmGladwell: “Modernismo”, en New Yorker (2006).
12 John Searle: “John Searle in Derrida”. Paper oct 14/2008
13 Humberto Piñera Llera: “Cuba; Filosofía e independencia”, en Revista Círculo, 1979.
14 Ivette Fuentes de la Paz: “Orígenes y la Sociedad Cubana de Filosofía”, en Filosofía, Teología, Literatura: apuntes cubanos en los últimos cincuenta años. Editorial Concordia, Aachen, 1999
15 Citado por Héctor Manuel Pupo y Berta Alarcón: “José de la Luz y Caballero: La gran síntesis conceptual de la ilustración cubana. Serie monográfica. Universidad de Holguín.
16 Marco Antonio Ramos y Felipe Préstamo: Cuba, Arquitectura y Urbanismo. Ediciones Universal, Miami, 1995.
17 Bruno Stagno: Tropicalidad y arquitectura, Instituto de Arquitectura Tropical, Costa Rica, 2003.
18 Joaquín Weiss: La arquitectura colonial en Cuba, La Habana Cultural, 1936.
19 Xavier Esqueda: Art Deco: Retrato de una Época, Centro de Investigaciones y Servicios museológicos, Universidad Nacional Autónoma de México, 1986.
20 Ivette Fuentes de la Paz. Op. cit.
21Armando Álvarez Brazo: “La soledad de los poetas cubanos”, en Diario de las Américas, 3 de marzo de 2011.
22 Ivette Fuentes de la Paz; Op cit.
23Idem
24Idem

Bibliografía.-

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