GastÓn Baquero: referente intertextual en la dramaturgia de Abilio EstÉvez


Por Marivel Hernández

En la dramaturgia de Abilio Estévez, uno de los más relevantes autores del quehacer teatral cubano contemporáneo, se destaca como rasgo distintivo la intertextualidad que establece con lo más granado de la lírica del país de todas las épocas. Así, no pocas veces aparecen en sus piezas alusiones a la creación poética de autores tales como Luisa Pérez de Zambrana, José Martí, Juan Clemente Zenea, Juana Borrero, Dulce María Loynaz, José Lezama Lima, los recurrentes Julián del Casal y Virgilio Piñera, por mencionar sólo algunos, y el no menos reiterado Gastón Baquero.
Dicha intertextualidad no sólo está dada porque se glose o cite a tal o cual autor, literal o indirectamente, sino por la percepción ideológica que el dramaturgo realiza de todo un mundo subyacente en la poética de estos autores. En el caso específico de Gastón Baquero, éste puede haber funcionado, por ejemplo, como el mentor temático de su significativa pieza Santa Cecilia, si se tiene en cuenta las semejanzas intrínsecas entre esa pieza y el poema “Testamento del pez”, donde el poeta aludido, al igual que hace Estévez en su obra teatral, rinde un homenaje a la ciudad de La Habana. Si bien Gastón Baquero no menciona que esa ciudad a la que canta es La Habana, se desprende por el contexto que es a ella a quien se refiere. Como en la pieza de Abilio, esta ciudad aparece sepultada y se manifiesta desde las entrañas del mar. La voz lírica de Baquero muestra un amor entrañable y una admiración hacia la belleza de la misma, lo cual no quita que también haya cierto sentimiento de rechazo, mancomunado con el sentimiento de la muerte, como cuando dice:

Yo te amo, ciudad,
cuando desciendes lívida y extática
en el sepulcro de la breve noche,
cuando alzas los párpados fugaces
ante el fervor castísimo,
cuando dejas que el sol se precipite
como un río de abejas silenciosas,
como un rostro inocente de manzana
como un niño que dice acepto y pone su mejilla.

Yo te amo, ciudad
porque te veo lejos de la muerte,
porque la muerte pasa y tú la miras
con tus ojos de pez, con tu radiante
rostro de un pez que se presiente libre;
porque la muerte llega y tú la sientes
cómo mueve sus manos invisibles,
cómo arrebata y pide, cómo muerde
y tú la miras, la oyes sin moverte,
la desdeñas, vistes la muerte de ropajes pétreos,
la vistes de ciudad, la desfiguras
dándole el rosto múltiple que tienes,
vistiéndola de iglesia, de plaza o cementerio,
haciéndola quedar inmóvil sobre el río,
haciéndola sentirse un puente milenario,
volviéndola de piedra, volviéndola de noche.1

Esta idea de la ciudad sepultada, que toma cualidades humanas y que se desdobla y multiplica al mismo tiempo, es la base estructural de Santa Cecilia, obra sostenida esencialmente por la actividad discursiva de su único y a la vez polifónico personaje, quien mediante su extenso monólogo y susacciones iconográficas construye el discurso teatral. Santa Cecilia, vieja dama, a quien el dramaturgo concibe para ser representada como una anciana “noble” y “solemne”,es la ciudad de La Habana que habla desde la profundidad del mar, y desde allí avizora y percibe el pulso interno de la ciudad, a la vez que registra veladamente la crisis de valores existentes, mediante la nostalgia de un mundo preterido y la visión de un presente en ruinas.
La virtual vitalidad de la ciudad aparece a la vez enfrentada, como en el poema de Baquero, al sentimiento de la muerte, palabra que adquiere aquí una connotación especial. De tal manera muerto y muerte son vocablos que están puestos en boca del personaje no sólo por su estricto valor semántico sino por el valor pragmático que genera, como cuando la protagonista dice:

…Un muerto es algo más que podredumbre. Silencio, tristeza, hastío, falta de esperanza…Ahí también se revela la muerte. Descubro en ustedes una amargura…Enseguida me dije: muertos en la otra vida y en este fondo marino, es y será Cecilia…
…La muerte tiene eso, vas de espejismo en espejismo. Ustedes deben saberlo como yo: la muerte no es la oscuridad que nos dijeron, sino esta imbecilidad de caminar para siempre por el fondo del mar, creyendo en los sueño. Y después, arena. La muerte es lo mismo que la vida 2

Gastón Baquero también aparece aludido no sólo de manera indirecta sino de forma bien explícita en esta obra donde confluyen otros autores como Virgilio Piñera, Eugenio Florit y José Lezama Lima, los tres muy vinculados intelectualmente al primero. De tal manera, no sin cierta ironía y humor, establece un juego intertextual con la obra de Baquero: —”Estoy soñando en la arena las palabras que garabeteo en la arena con el dedo índice. ¿Lo dije bien, Gastón Baquero?”—, con la de Lezama: — “… Me gustaría saber qué ha sido de Oppiano Licario, aquel hombre raro que escribía un libro tan raro como él”—, con la de Virgilio Piñera: —”Si pudiera ahora me sentaba con Electra Garrigó a comer papaya y escucharle la eterna letanía: He aquí la puerta, la puerta de no partir. Electra Garrigó, siempre tan negadora, negando hasta a las Erinnias (sic)” —3
De igual modo en la pieza Perla Marina, el personaje Filemón está diseñado a partir de un poema de Gastón Baquero, el cual se presenta ante el público espectador con un extenso fragmento:

Mi nombre es Filemón, mi apellido Ustáriz
Tengo una vaca, un perro, un fusil y un sombrero,
Vagabundos, errantes, sin más tierra que el cielo
Vivimos cobijados por el techo más alto…4

Este personaje resulta uno de los más ambiguos de la pieza, y es de notarse que la intertextualidad literal que establece con el poema de Baquero es casi exclusivamente a través de esa caracterización que nos ofrece el poema, citado en los inicios de la obra y una o dos veces más de forma fragmentada. El personaje se nos presenta entonces como un vagabundo, como el representante de todos los parias del mundo, quien sin asideros ni casa propia, se ve impelido a adaptarse a cualquier contexto y circunstancias. De ahí que una de las frases más ajustada a su caracterización sea la de « Vivir es ir perdiendo cosas» que dice en una sus intervenciones. Para algunos críticos, este personaje es una especie de fantasma, tal vez porque aparece y desaparece sin avisar, pero también es una especie de marinero y viajero, o un exiliado, que aún cuando lo ha perdido todo añora una ciudad a la cual volver y sentir como suya. Pero en este personaje, subyacentemente, hay también una interconexión con el concepto de la muerte que se aprecia en la poética de Baquero. Es interesante constatar como en el diálogo que se establece entre Filemón Ustáriz (personaje de Baquero) y Julián, El Triste (reminiscencia de Julián del Casal), el sentido de la muerte que tiene Baquero —”Cada muerto es de nuevo/ la plenitud del mundo” — armoniza de alguna manera con lo expresado por Julián, El triste, con palabras que son, a su vez, de Martí:

Filemón Ustáriz: ¿Qué quieres entonces?
Julián El triste: Reposar
Filemón Ustáriz ¿Te refieres a la muerte?
Julián El Triste: Me refiero a la muerte.
Filemón Ustáriz: ¿Sabes lo que es? ¿Sabes lo que dices cuando dices “muerte”?
Julián El triste: “La muerte es una vuelta al gozo perdido, es un viaje”
Filemón Ustáriz: ¿Es gozo la muerte?
JuliánEl Triste “La muerte es júbilo, reanudamiento, tarea nueva”
Filemón Ustáriz: ¿La imaginas?
Julián El Triste: “Será un rompimiento interior, una caída suave”
FilemónUstáriz:¿Estás preparado?
Julián El triste: Aquí está mi pecho
Filemón Ustáriz: No. No será una muerte de héroe. Nada de batallas y clarines. A ti te mata la nostalgia, o el horizonte, que es lo mismo. Entra al agua. Déjate llevar. 5

Perla Marina, como mismo advertiría el autor en su “Aclaración acaso innecesaria” al publicarse la pieza por vez primera en la revista Tablas (1993): “No es una obra de teatro: no hay en ella conflicto ni acción, ni se halla en los personajes lo que llamamos de modo impreciso progresión dramática, Perla Marina quisiera ser un homenaje: No ha pretendido otra cosa, ni otra cosa se debe esperar”6. Y homenaje es, sin dudas, a Gastón Baquero, a Martí, a Luisa Pérez de Zambrana, a Julián del Casal, a Virgilio Piñera y a muchos otros escritores cubanos. No obstante estas aclaraciones del autor, la crítica ha considerado que ella contiene de manera indirecta y metafórica, pero factible, una enjundia dramática que la hace indiscutiblemente teatral.
De tal manera Perla Marina, con sus componentes intertextuales y los de creación pura del autor, es la fábula de unos individuos que llegan a rastras a una isla deshabitada, sin nombres ni orígenes conocidos, quienes paulatinamente van adquiriendo un sentido de pertenencia en la medida que interactúan con el entorno geográfico para a partir de ahí ir adquiriendo características individuales – Filemón Ustáriz , La Reina, Casandra, La Ciega, Tato, El Alegre, Mercedes, La Inconforme, Julián, El Triste, Juana, La Ingenua, José María, El Místico, Ñico, El Irreverente, La Virgen, El Bufón- . Todos ellos van a experimentar una evolución peculiar como entidades, condicionada por el medio circundante, como toda agrupación humana, y según su visión individual van a percibir la realidad desde diversos ángulos. Así poco a poco van a querer que la Isla además sea una patria, van a precisar una religión, van a necesitar alguien que los dirija, lo cual nos remite a la génesis, a la fundación de una nación y de una estirpe humana.
Atiborrado de citas identificables o encubiertas, El Enano en la botella establece también, entre otras acotaciones, un rejuego intertextual con el poema Palabras escritas en la arena por un inocente de Gastón Baquero, habida cuenta que tanto el personaje creado por el dramaturgo como el Inocente, sujeto lírico de Baquero, se dibujan a sí mismo jugando con la arena, a la vez que dialogan con otros personajes de la cultura universal, ya sea esta filosófica o literaria. Así, en su desnaturalizado encierro, interpela al posible espectador o lector, para encontrar cierta adhesión a sus disquisiciones como si de esa manera pudiera librarse de toda su carga existencial y espantar su terrible soledad.
En el poema de Gastón Baquero, el sujeto lírico se declara un inocente que no sabe para qué sirve la escritura, pero no obstante defiende por encima de todo la existencia de su alma y su corazón. El Enano de Abilio, por su parte, defiende la oralidad, la importancia de las palabras para exorcizar sus más recónditos miedos y obsesiones. En el poema de Baquero se revela la contradicción entre el sentimiento y la creación, así como el mito de la inocencia, ligado siempre a la imagen mítica de la isla. Tanto uno como el otro integran en sus obras amplias fuentes y referencias culturales que tienden a la universalidad como una de las características más inapelables de lo cubano.
La palabra, el verbo, o el logos como la gran unidad de la realidad, tanto en Baquero como en Abilio en sus respectivas obras están vinculados a la creación artística pero también al sentimiento hacia Dios. De tal manera El Enano, en una parte de su soliloquio expresa: “Para crear un pájaro lo primero es crear un trino (se escucha un trino) Luego decir la palabra pájaro. Son las palabras las que crean las cosas. Lo primero fue el verbo”7, y ello, por supuesto está interconectado con el pensamiento cristiano de la creación. Por su parte Baquero nos dice en una parte de su poema:

Escribo en la arena la palabra horizonte
Y unas mujeres altas vienen a reposar en ella /
Dialogan sonrientes y se esfuman tranquilas
Yo no puedo seguirlas, el sueño me detiene, ellas van por mis brazos
Buscando el camino tormentoso de mi corazón
(…)
Comprendo y sigo garabateando en la arena
Como un niño inocente que hace lo que dictan desde el cielo…Es la vida la que me sueña a mí.8

Un aspecto común, y una persistencia, tanto en la obra lírica de Gastón Baquero como en la obra dramática de Abilio Estévez desde el punto de vista temático, es la muerte. Ello se puede rastrear en todo lo escrito por ambos escritores cubanos. Reflexiones acerca de la muerte las encontramos no sólo en Santa Cecilia y El Enano en la botella, sino también en La Noche, donde la misma está asociada a la destrucción de la ciudad. Asimismo, en la producción poética de Baquero encontramos diversas formas de aquilatar la muerte, entendida unas veces como una natural continuación de la vida—”Hay que morir, amigo, para unir los extremos/ de este cotidiano alambre/ tendido sobre el abismo de estar vivo.” — Otras como una transformación— Yo no quiero morirme ni mañana ni nunca/Sólo quiero volverme el fruto de otra estrella”—, otras asociada a dios. De ahí que se haya señalado que la suya es una “poética de la muerte”
De igual modo, hay una similitud en el trabajo esmerado que ambos escritores realizan con el lenguaje, — no se puede olvidar que Abilio, dentro de su polifacético quehacer literario, es también un notable poeta—, y en la utilización de los contrastes que emplean, como por ejemplo, el de luz/oscuridad. De tal manera, en El Enano en la botella, la palabra se entroniza, es la dueña y señora de toda la escena porque precisamente su personaje está sediento de comunicación y su constante hablar resulta un paliativo a su enorme soledad. Este personaje, después de largos años de encierro en una botella, ha devenido filósofo, evalúa su condición, habla de lo positivo y negativo de su situación, se cuestiona su utópica libertad para llegar a la conclusión de que, en caso de lograrla, no sabría ya qué hacer con ella. Como bien se ha dicho: “La ingeniosa metáfora de Estévez es sólo un ejemplo de las características únicas que distinguen a la literatura cubana: el uso del subtexto como una forma de decir lo indecible” 9De tal forma, casi comenzando el monólogo, el personaje manifiesta:
Vivo en permanente oscuridad, en la oscuridad más oscura que pueda alguien imaginar. Gracias a esto, sin embargo, mis ojos han puesto en práctica un milagroso sentido de la adaptación, y ya soy capaz de ver lo que el hombre inmerso en la luz no le sería posible. Veo en cambio pensamientos, recuerdos, obsesiones, terrores – sobre todo terrores-, lo que antes de vivir en una botella yo llamaba cómodamente ‘subjetividades’10
Por su parte, Gastón Baquero, en su poética también alude a esta dicotomía, de una forma más subterránea y filosófica que el dramaturgo, porque como bien ha señalado Jorge Luis Arcos:
Es apreciable su vocación por el misterio de lo ‘oscuro germinativo’, el paso de lo informe desconocido a la forma lograda provisoriamente en la luz – «que el cuerpo oscuro hacia la luz cabalga», expresa en ‘Génesis’-, pues aquella forma enseguida, al cobrar conciencia de su usurpación del espacio habitado por otras formas, se sabrá condenada a restituirse a su estado anterior, pensamiento este de raíz estoica, según Vitier.11
En ese sentido son apreciables las semejanzas entre las palabras de El enano de Abilio, y las del sujeto lírico de Baquero de su poema “El viajero” al decir:
Silbar en la oscuridad para vencer el miedo es lo que nos queda/ No creáis que me haya dejado, jamás distraer por la apariencia/ de la luz: desde pequeño supe que la luz no existe, que es/ tan solo uno de los disfraces de las tinieblas/ porque sólo hay tinieblas para el hombre. 12
Así podemos apreciar que son innumerables los conceptos, representaciones y códigos que vuelven una y otra vez al quehacer literario de ambos escritores cubanos: el mar, la isla, el destino, la oscuridad y la luz, la vida y la muerte, el laberinto, Dios, el tiempo, la nostalgia, la ciudad, el horizonte, la creación artística, que les permiten escudriñar en las honduras de la naturaleza humana no sin cierta veta melancólica y existencialista.
Sin dudas, la intertextualidad que establece Abilio Estévez con la obra poética de Gastón Baquero es substancial, la cual remite a una presencia afectiva, eidética, que se da tanto a través de la cita explícita como mediante la referencia subyacente o mediante reminiscencias que suponen la aprehensión de una tradición cultural y el conocimiento intuitivo y reflexivo, a la vez de la esencia creativa de ese escritor origenista, quien, como el dramaturgo, ofrece también una visión mítica de la Isla.

Notas y Referencias
13Gastón Baquero. “Testamento del pez” en Poesía completa, Editorial Verbum, Madrid, 1998. Pp. 86-87.
3Abilio Estévez. «Santa Cecilia (Ceremonia para una actriz desesperada)» en Unión, ene-mar, 1995, pp. 61-62
4Idem p 66
5Abilio Estévez. Perla Marina en Tablas, libreto No.3, 1993, p 3
6Idem p 26
7Abilio Estévez: Perla Marina, ed. cit. p. 2.
8Abilio Estévez. El enano en la botella (libreto 61) en Tablas, tercera época, Vol. LXXI, enero-abril, 2003, p. XI
9Gastón Baquero. Palabras en la arena, en Poesía completa, ed. cit. pp 46-47.
10MíaLeonin. «De los puertos a las puertas. Una mirada a diez días de primavera que cambiaron el paisaje» en Tablas. Tercera época, Vol. LXV, julio-septiembre, p.55
11Abilio Estévez: El enano en la botella (Ceremonia para un actor desesperado) en Tablas (libreto 61), tercera época, volumen LXXI, enero-abril, 2003, p VII.
12Jorge Luis Arcos. “Gastón Baquero o la poesía en el jardín de la muerte” en Orígenes: la pobreza irradiante. Editorial Letras Cubanas. La Habana, p 186.
13Gastón Baquero: “El viajero” en Poesía Completa, ed. cit. p 248.

(Footnotes)