Centenarios


Por Virgilio López Lemus

Habrá nacido en 2014 al menos un poeta extraordinario? Ha ocurrido en Cuba en dos siglos sucesivos. En 1814 nacieron Gertrudis Gómez de Avellaneda y José Jacinto Milanés. En 1914, Samuel Feijóo, Ángel Gaztelu, Gastón Baquero… En otras páginas he contado cómo conocí y traté a los tres últimos, avanzados ya en edad. Ahora tengo en manos un libro excepcional: El sensible zarapico, que no parece libro sino amalgama, reunión de cartas, relatos, pasajes autobiográficos, artículos publicados en revistas, reflexiones, poemas, todo lo cual muestra la intensa manera de vivir que desarrolló Samuel. A Gaztelu lo vi solo dos veces, la primera cuando ya me había leído su Gradual de laudes, único libro suyo, asombroso esto si se aprecia cuánto de intenso era el don lírico del sacerdote nacido en España, pero tan cubano como su propio amigo José Lezama Lima, en cuya casa lo conocí junto con mis amigos Jesús Barquet y Heriberto Pagés. Gaztelu llegaba de visita sin aviso, compartimos un rato de tarde para mí inolvidable, entre sonrisas, ironías, diálogo sereno. Quedamos que lo visitaríamos y así lo hicimos, nos fuimos una mañana a la Iglesia del Espíritu Santo, donde era párroco, en la calle Cuba. El poeta sacerdote nos esperaba. Mientras él acudía al salón eclesial, alguien nos permitió descender a la pequeña catacumba bajo el altar mayor, que a mí me pareció solo un sótano de cadáveres de antaño, convertidos en algunos huesos y polvo ceniciento. Gaztelu nos recibió luego en el atrio, revisó los libros que leíamos y halló que yo leía ¿Qué es la literatura?, de Sartre. Me dijo con cierto desdén que ya era libro «viejo». Luego supe que todavía la obra del gran filósofo que dijo no al Premio Nobel, estaba en el Index. Quizás Gaztelu pensó que fuese herejía entrar con tal libro en una iglesia. Fue un diálogo simple, no recuerdo mucho si nos sentamos, y olvido de qué cosa hablamos, pero seguro sobre creación poética. Fue todo. Nada trascendentalista el encuentro. Su libro sigue siendo hermoso, y si alguien se equivoca y en lugar de laudes dice laúdes, sigue siendo un título magnífico. Es obra que asegura vitalidad al poeta que la escribió, porque no ha envejecido y tiene una manera muy sustancial de aprehender el mundo, un tanto a la manera de los místicos, pero Gaztelu dejó que sus laudes fuesen más terrenos, por lo cual cantó a las flores, árboles, objetos de la misa y se adentró en asuntos bíblicos mediante odas fuertes y de versos seguros, nada titubeantes. Aquella obra nos precedía a los tres visitantes en año de nacimiento.
Mucho he narrado mis contactos en Madrid con Baquero. Entre sus libros he preferido su auto antología Magias e invenciones. Como con Gradual de laudes, deseo no ponerle aquí la fecha de edición, siguen siendo libros intemporales. Según Jorge Luis Borges, todo pasará al Olvido, todo recalará en el Muelle del Silencio, importante estación rioportuaria del Aqueronte. Claro que no hay que ser Borges para darnos cuenta de tal suceso, pero él lo dijo con mayúscula gracia poética. Por el  momento, el libro antología de Baquero se levanta entre los más sustanciales de la poesía cubana, con poemas tan elevados como «Testamento del pez», «Saúd sobre su espada», «Silente compañero»… y, claro, uno de los poemas más referidos de la poesía de Cuba, el escrito en la arena por un inocente.
De Samuel he comentado en mi Feijóo o la colmena (2013) casi todos sus libros. Pero Ser fiel reúne lo que pueda quedar como gran poesía alcanzada por el infatigable polígrafo y pintor. En su centenario, al fin ha salido la parte final, de lo que su hija ha hallado de la autobiografía El sensible zarapico. Caja china, este no es un libro, sino conjunto de ellos. Llora por la edición similar del tomo primero, que yace en las páginas de varios números de la revista Signos. El volumen pareciera una elocución de malabarista, realizada mientras transita por una cuerda floja situada entre dos montañas. Como todo libro de Samuel, hay que leerlo tanto velozmente como con cuidado. Aquí y allá hay claves, llaves para abrir cajas suyas, escritas en otras dimensiones temporales, como sus dos Alcancía del artesano. No es una autobiografía típica, crece con el impulso del recuerdo y la compilación de la propia obra periodística o en versos, y un epistolario intenso con gentes de rango creativo o simples amigos de barrio o mujeres amadas. Para Samuel no hay diferencia entre los seres humanos, ya una vez escribió que él mismo no valía más que quienes amaba, en Faz introduce al pueblo sencillo de su tiempo joven en el poema trascedente. El sensible zarapico es comunión, no escribe con odios hacia nadie, no salva las páginas en que el propio Samuel es un tanto discriminador de este o aquel tipo de personas, raro en él, que fue un hombre ecuménico. En este volumen tienen voz desde una enamorada enferma hasta personas como los grandes pintores Dubuffet o Altmann, Langston Hughes o Juan Marinello junto a o alguien llamado Chito Corúa…
revista 34También en 2014 se han editado novelas, teatro, algo de poesía de doña Gertrudis Gómez de Avellaneda, y el homenaje ha sido demasiado atenuado en el caso de José Jacinto Milanés, algunos de cuyos versos debieron inspirar años después nada menos que a los Versos sencillos del gran José Martí. Él es autor de piezas teatrales aun representadas, y su poesía goza de virtudes capaces de rebasar el tiempo. Claro que cuando su nombre surge en un diálogo, todos recuerden su «tortotila que al monte ha ido y allá quedó».
La Avellaneda sigue siendo mujer muy resistente, saltó la página de algún poeta y crítico que la llamó «retórica», saltó la página de los que en su tiempo la excluyeron de la Academia de la Lengua, por mujer, pero quizás también por la ardiente vida de la tropical señora, que no se cohibía demasiado en asunto de amores en un Madrid decimonónico, donde tales arrestos de mujer, no eran tolerables. Alcanzó tan alta estimación como escritora, que la llamaron incluso «décima musa», en derrota de igual título merecido por una sor Juana Inés de la Cruz, por entonces no tan altamente estimada, de modo que la tal «plaza» de musa estaba al parecer vacante. Notables ediciones del año 2014 son su Autobiografía y cartas de amor, y sus Tres novelas principales.
Amó mucho esta mujer, da la impresión de que sus lances eróticos que no fueron pocos, sufrió por causa de sus amores con gran cantidad de dolor, no tuvo éxito como madre. No pudo ser perfecta. Con un cerebro tan brillante, debía poner en Sab mucha pasión, para que no se desbordara en ella. O en su teatro. Alcanzó en España éxitos inauditos para una mujer. Y en Cuba, tras la fama española, se la coronó con laurel en un gran teatro, por las manos de otra poeta también brillante, la no menos sufrida pero mucho más recatada Luisa Pérez de Zambrana. Curioso que ambas se les siga llamando por el apellido de sus maridos: la Avellaneda, la Zambrana.
Al menos estos cinco poetas significativos nacieron en Cuba en lapso de un siglo, y hace uno y dos de tales nacimientos. Los cinco siguen vivos en sus obras, conservan aun el halo de asombro por sus respectivas creaciones líricas. Los cinco poseen libros que constituyen patrimonios de la nación cubana, orgullo para un país que ha dado muchos notables y nobles poetas, en medio de la historia azarosa y la casi siempre precaria economía. Músicos, bailarines, cantantes, deportistas, el relieve de la isla mayor de las Antillas pareciera cimentarse en sus creaciones y ejercicios vitales que empujan hacia la belleza, lo efímero o lo instantáneo. Con fuertes episodios revolucionarios en los siglos xix y xx, Cuba sigue ofreciendo reverencias a los hijos suyos que le donan miradas singulares de la vida, desde el perfil estético. Desde ese perfil han observado al mundo los artistas que desde la antigüedad han sido llamados poetas.
Avellaneda, Milanés, Feijóo, Gaztelu, Baquero son nombres de lujo para el idioma español. Cuba toda lo sabe, la Cuba que se radica dentro de los límites insulares y fuera de ellos celebra estos centenarios con el mejor homenaje que se le pueda ofrecer a poeta alguno: reeditar sus libros y, sobre todo, leerlos.